La comunidad hispana del sur de la Florida despierta de lunes a viernes con Buenos Días Familia, un show diseñado para comenzar cada jornada de forma animada y optimista.

Hay personas que dejan huella en la historia no solamente por sus acciones o por los logros obtenidos sino por quienes han sido como seres humanos. Uno de ellos es Abraham Lincoln quien es, de todos los presidentes de su historia,  a quien los estadounidenses recuerdan mejor y con el más profundo afecto.
Su infancia en la frontera de Indiana estableció el curso para su motivación posterior en la vida. Aportó una honestidad e integridad nuevas a la Casa Blanca. Siempre sería recordado como “el honesto Abe”. Sobre todo, se le asocia con la abolición final de la esclavitud. Lincoln llegó a ser el símbolo virtual del sueño americano en el que una persona ordinaria, de origen humilde, pudo alcanzar la cúspide de la sociedad al convertirse en presidente del país.
La vida de Abraham Lincoln no fue fácil, todo lo que logró le costó bastante esfuerzo. De hecho su vida y obra es constantemente citada cuando se quiere hablar y ejemplificar sobre perseverancia. En esta ocasión haremos algo parecido. A tí que te encuentras trabajando duro por un salario o que quizás realizas labortes en el campo. A ti que no has tenido los recursos necesarios para preparate académicamente pero que tienes deseos de aprender. ¡No te rindas!
Nadie hubiera pensado que aquel muchacho, hijo de un carpintero pobre podría llegar a ser uno de los presidnetes más recordados en la historia de Estados Unidos y el mundo.
 Hay un ingrediente importante entre la perseverancia y la victoria y es la fe. Abraham Lincoln tenía una fe muy grande en Dios y así lo expresó más de una vez.
 Un día, tras la batalla de Gettysburg, el general Sickles le preguntó a Lincoln:
 -¿Estaba usted ansioso por el resultado de la batalla?
 Y Abraham Lincoln respondió:
 - No, en lo más difícil de la campaña, cuando todos parecían espantados y nadie podía predecir lo que iba a suceder. Fui a mi habitación cerré la puerta, me arrodillé delante de Dios Todopoderoso y oré con poder por la victoria. Le dije que era su guerra, y que nuestra causa era su causa, pero que no podríamos resistir otro Fredericksburg o Chancelorsville. Entonces hice un voto solemne al Dios Todopoderoso de que sí Él estaba con ustedes yo estaría con Él. Y después de eso, un dulce consuelo en mi alma.
La fórmula no falla: Tener una auténtica fe en Dios, rendirnos a su voluntad y confiar en él, haciendo un pacto de fidelidad nos trae éxito en todo lo que aprendamos. Partiendo de esto y perseverando en lo que deseas lograr tienes la victoria asegurada.

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